Todo empezó con la redacción de Castellano. En ella nos pedían escribir un extracto de unas 300 palabras describiendo un lugar.

Por suerte, hacía no muy poco que había recuperado cierto interés en la escritura. Decidí inspirarme en mi vigilante favorito: Batman. Sabía que le daría a las palabras un tono lúgubre y recargado.

El concepto principal detrás de esta historia era contar, de la manera más descriptiva posible, cómo el caballero oscuro acecha. Eso sí, desde el punto de vista de una de sus miserables víctimas.

Tanto me gustó la idea que seguí desarrollándola, hasta tal punto que el propósito inicial se vio completamente alterado por mis pensamientos. No sabría decir si el texto es personal o no. En cualquier caso, siempre hay toques personales en cualquier historia.

Este relato está inacabado y me gustaría desarrollarlo más, por lo menos hasta conseguir la sensación de vacío que siente nuestro protagonista. Abismo, el ocaso.

AZABACHE

El cegar de la luz palpitante en el pasillo me resulta incómodo. ¿Quién sabe lo que se encuentra trás la puerta enmascarada? Única salida del averno que me espera. Corrosiva desgastada, parece que se aleja más y más.

El tiempo ausente en el eterno pasillo. Mi estado va empeorando y yo, sin rumbo alguno. Mi conciencia ya no es pasajera. Percibo.

Lentamente, noto como la presión del aire agitado me consume. ¿Qué será de mí? Grito. Grito sin parar. No hay respuesta. Solo el eco; único receptor en esta desolada, desierta situación.

Soy un pasajero en un túnel sin fin. Y de pronto, lo que parece ser un rayo de esperanza, se acaba transformando en una serie de chirridos animales. Al pasillo que una vez fue, lo invade una ventisca negra. El espacio se inunda de hordas de murciélagos sombríos. La luz cesa. Las paredes, húmedas y musgosas, dignas de una exposición prehistórica. Mi visión, obsoleta. Anhelo contemplarlas de nuevo.

Descuida, pues mi destino ya está sellado. Azabache. Azabache era su cabello, fino como el de las ángeles.

En momentos como estos admiro la belleza en lo inaudito.

¿Incomprendido? Incomprendido es aquel que aún vaga por la vida a pesar de todas las desgracias que le han ocurrido. La oscuridad me ha invadido por completo. El ocaso.

Un paso, dos, tres. Las pisadas intensas se demoran repetidamente. Ligeras pero pesadas, retumban en las charcas. Súbitamente, paran. Ya no late, ya no siento, ya no hay vuelta atrás. Despídete de los remordimientos, pues no aportan nada. Disfruta, abraza esos últimos segundos.

Sin tiempo para reaccionar, de la penumbra emerge el caballero oscuro. Su silueta es una con las tinieblas. Azabache. Mi último recuerdo es azabache. Ya me encuentro en el vacío inexpugnable del que tantas almas hablan.

Describir mi entorno es más que complicado, como si de un sueño lúcido se tratase. ¿Qué es real? Infinitas son las memorias que relatores y cronistas han sembrado en mi cabeza cuando más perdido me he sentido, y de eso estoy agradecido. Sus historias han tejido partes de mi mente que hace tiempo estaban quebradas. Cuántas cosas por hacer. Ojalá haber llegado al pedestal junto a ellos, haber creado historias como ellos. No, ojalá haber elaborado mi propia historia. Tan cerca, tan lejos.

Pensamiento desbordado. Muchos dicen que beneficia a la mente humana, otros dicen que la corrompe. Estoy a caballo entre ambas ideas. Irónico es incluso el hecho de meditar esto en exceso.

¿Por qué yo? ¿Por qué he nacido así? ¿Por qué lo hacía todo mal?

Siempre me he sentido incomprendido por la sociedad. ¿Acaso soy el villano de una historia mal contada, o el héroe marginado que acabó en el lado oscuro? Sea cual sea la respuesta, tanta negatividad es nociva para mi cabeza.

Y, ¿por qué no yo? Eso es. Esa es la clave. La llave que me hubiera liberado de la paranoia hace años. He podido cambiar toda mi vida y me doy cuenta ahora. Qué necio he sido. Todo ser humano es fruto de la perseverancia y el trabajo duro. Todos podemos cambiar. ¿Qué es la perfección? El orgullo que engaña a la mente para hacernos pensar que somos inmejorables. Nadie nace perfecto, ni el propio Narciso. Somos productos defectuoso, recién salidos de fábrica, nuestra querida madre. Por tanto, alto es el espíritu que debemos mantener, y efímeros deben ser los placeres que nos cautivan.

Somos capaces de cumplir todo lo que nos proponemos.

¿Triste? No calificaría la situación como triste. Vagabunda. Me gusta como suena. Una realidad vagabunda, insólita a mi parecer.

¿Acaso he sacado provecho de ella? En momentos como este reflexiono sobre mis objetivos en la vida.

¿Cumplí mi deber como ser humano? No somos las marionetas de un supuesto ente todopoderoso. No soy el títere de ningún Dios, que con sus brazos dicta mi destino. No es por ser grosero, pero el simple hecho de pensar en ello me repugna. Dicho Creador que reina sobre nuestro universo no es más que una coartada ideada por clérigos antes de la era común para respaldar nuestra existencia y propósito en la vida. Todo con el fin de controlar la mente de la masa como si de frágiles vasijas se tratase.

Buscar refugio en situaciones macabras como esta es como serle fiel al vínculo que jamás forjaste con tu enamorada. Ambas absurdas. He pasado la vida respetando relaciones únicamente existentes en mi medio corazón. Y es que, por mucho que a uno le pueda doler, el amor tiene fecha de caducidad. Flor marchita. El último pétalo de esperanza baila en su caída al vacío.

Todos los caminos llevan al vacío. Azabache. Azabache fue nuestro amor, amargo y resentido. Pocos son los días en los que no anhelo alcanzar esa pradera, cálida y oscura, que se oculta entre el paisaje.

Primavera. Su cabello, su pálido rostro, inextinguibles entre el ejército de árboles de sakura recién florecidos. Azabache.

Ese fue el día en que los sueños de un joven soldado murieron en plena batalla. La llama se extinguió.

Déjame contarte, pequeño guerrero. Escucha, pues lo inverosímil de esta situación empieza a resultar inquietante.